Por si no lo saben, Jorge Luis Borges es (o fue, porque ya murió) uno de los más grandísimos escritores latinoamericanos. Uno de los temas que apasionó al escritor argentino fue el del DOBLE –acá abajito les pongo un cuento que se llama Borges y yo, que habla sobre eso–.
Quizá no viene al caso la pregunta pero ¿alguna vez han pensado en lo interesante que sería tener un doble, que fuera físicamente idéntico a nosotros y que se atreviera a hacer las cosas que nosotros no?
Pero, invocando el poder del flashback, volvamos a 1998 y a mis años de estudiante. No sé si a ustedes les pase pero -por unas u otras- a la hora de formar equipos de trabajo yo nunca tuve mucha suerte. Quiero decir que en mis equipos nunca estuvo el clásico personaje que dice: “No se preocupen, yo hago todo. Sólo denme su nombre completo y los anoto”; esto con tal de asegurar su diez y pensando que si los demás metíamos la mano en el proyecto seguramente le dábamos en la torre. Más equipos eran más bien balanceados, digamos con un nivel de “hueva” promedio y que nos reuníamos el día antes de la entrega del proyecto para hacerlo. Es cierto eso de que bajo presión se trabaja mejor.
Un día, en clase de Literatura, la maestra nos encargó un proyecto que debía ser realizado en parejas y ella iba a formar los equipos. La suerte existe y a mí me tocó ese día. No hice equipo con la más lista y trabajadora del salón sino que me tocó con la más linda. Del uno al diez yo a ella le pondría un veinte de belleza y ni tengo que decir que, antes de eso, ella ni sabía que yo existía.
Pero mi buena estrella no terminó ahí, porque la maestra nos dio como tema desarrollar algo sobre Borges. Para entonces yo ya había leído el artículo que les comenté antes y su libro Ficciones, que la verdad ni le había tomado mucho gusto. Esto último no importaba porque le pude decir a mi lindísima pobre e ignorante compañera: -“No te preocupes, vamos a sacar adelante este proyecto… ¿Sabías que, al final de su vida, Borges contaba con una biblioteca reducida y ni siquiera conservaba ejemplares de sus propios libros?”- (Algo que por supuesto estaba en el mentado artículo).
Entonces ella me respondió: -“Ooooh, qué interesante, se nota que sabes mucho de Borges”-. Y yo, sencillito y carismático, agregué: -“Creo que sólo hay buena o mala literatura. Eso de literatura comprometida me suena a equitación protestante” (cosa que ni venía al caso pero también está en el artículo y suena como muy de inteligentes).
En fin, en el proyecto nos fue muy bien, quizá porque apantallé a mi maestra al concluir que “cualquier acercamiento crítico a la obra fantástica de Borges termina por pecar de cierta gratuidad” (esa conclusión me la volé del artículo pero ustedes no hagan lo mismo con las tareas que yo les pida). Aparte de algunos elogios, a mi compañera no pude sacarle nada más, ni una salidita al cine pero me gusta pensar que cuando oye, ve o lee algo sobre Borges se acuerda de que algún día conoció a un erudito sobre el argentino… tal vez hasta se acuerde que yo u otro yo era ese erudito.